La historia continúa (II)

Y llegaron mis manoplas, no podía quedarme con ese mal sabor de boca, tenía que intentar, por lo menos, hacer unas más cómodas:

Quedaron demasiado “amplias”, algunos graciosillos decían que si eran manoplas para horno, de esas que se usan para no quemarse. Lo cierto es que parecía que iba a boxear con ellas…

Un tiempo más tarde le hice a mi amiga Eva un regalito para esas mañanas tan frías, por lo bien que se porta conmigo:

Según pareció… le encantaron y algo me dice que a su amor le gustaron aún más, porque no dejaba de querer hacer negocio conmigo (mano de obra: yo; agente comercial: él)…
Les enseñé las mías y fue ella, Eva, la que dio solución a mi pequeño problema de anchura: ponerles borreguito por dentro. Dicho y hecho. El resultado fue este (aunque no se aprecie muy bien):

Ahora tengo unas manoplas para la moto que son supercalentitas, la envidia de todo paquete motero :D…